Cualquier
persona, sin ser científico ni tener vocación investigadora, siente una
curiosidad innata que hace que se cuestione porque, como o de qué manera ocurre
algún hecho que observe en su entorno cotidiano,
más o menos
frecuentemente.
Los
grandes avances científicos de la humanidad vienen dados gracias a esta
curiosidad intrínseca humana, afortunadamente repetida múltiples veces, pues en
algún momento y en algún lugar, siempre hay alguna persona que escudriña sin
parar algún fenómeno observable, se hace a sí mismo una pregunta, formula una
hipótesis y manejando variables, no descansa hasta encontrar un resultado, la
respuesta a su incógnita.
La
importancia de la labor investigadora en todos los ámbitos esta fuera de toda
duda, más aún en el campo de la salud, donde la profesión enfermera tiene mucho
que aportar en su situación de cercanía
al paciente, investigando en su campo para mejorar la salud de la población,
ofrecer mejores cuidados y con ello, crecer profesionalmente, ampliando su
cuerpo de conocimientos.
Es
la mayor esperanza de vida, (con lo que esto conlleva de cronicidad de las
enfermedades) y las expectativas que como usuarios tenemos hacia el sistema de
salud, lo que reclama cada día más recursos, económicos, humanos y sociales, lo
que debe motivarnos a intentar añadir nuestro granito de arena con nuestros
estudios, en la búsqueda de la mayor eficacia al menor coste posible.
Para
llevar a cabo estas investigaciones y estudios es fundamental la adquisición de
conocimientos teóricos previos sobre metodología de investigación y método
científico, ya que tenemos que ceñirnos a unos estándares necesarios que den
estructura a nuestros trabajos, a la vez que los hacen verificables,
observables, medibles y reproducibles en cualquier otro tipo de población o
comunidad.
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